sábado, 4 de julio de 2015

Oda a los ganados y las mieses

de Leopoldo Lugones
(fragmento)

Sobre el perfil marltimo del médano
Que la expansión agricola tranforma,
Alada por las ruedas de los pozos
En que es el viento acémila industriosa,
La civilización del agua surge
Con un rumor de cristalina loa.
Allá lejos, la siembra bien cuadrada,
Como un estanque verdeguea hermosa;
El plateado rocío que la suda,
Un esfuerzo vital en ella evoca.
Sus eras satisfechas de abundancia
En el sonoro hectólitro desbordan,
Y la brisa estival en sus verdores,
Promesas de agua dulce rememora.

Humedades profundas de la chacra
Que apiñan abundancia en la macolla,
Y á la noche florecen de luciérnagas,
Y en sombrío frescor asean la hoja,
Y dan porfiado vicio al yuyo loco
Con que en profundidad fértil y sorda,
Como lengua de buey la azada mezcla
Sus bocados de gleba cuando aporcan.
El esparcido zapallar del cerco
En su aspereza germinal malogra,
Al empeñoso arrastre de las guías
El asalto de ortigas y achicorias.
Con una lenta y clara luz de yema
Las grandes flores desde abajo asoman,
Y el rústico plantío así adornado
Tiéndese al sol cual campesina colcha,
Que el paso del labriego desordena
Con extensas roturas de agua honda.
Vése, un poco inclinada hacia adelante,
La silueta del hombre que acomoda
Con las manos atrás, en la pretina,
Pausadamente su cuchilla roma.
Ya las vacas ajenas cuyo daño
Interrumpiera su merienda sobria,
Lentamente repasan el portillo
Con pata desganada y cautelosa.
Localiza el impávido silencio
Un zumbido concéntrico de mosca.
En la asoleada soledad vacila
El papelito de una mariposa.
Una muñeca que ya está granando.
Bajo la uña pulgar estriada y tosca,
Descubre como un nene en los pañales
Su sonrisa de leche entre las hojas.
Allá, á la vera del maizal, lanzado
En finas alabardas lo que enflora,
Se vé en el algarrobo que cobija
A hombres y bueyes cuando el suelo aprontan,
El nido de industriosos carpinteros
Que cala el palo con su negra boca.
Anoche debió andar la comadreja,
Porque mucho gritaban á deshora.

Cerca del hombre, abajo, en una tenue
Crepitación de briznas que se rozan,
Desliza su vibrátil garabato
La lagartija en breve escapatoria.
O es quizá el conejillo de las ramas
Que acumula en ovillo de zozobra
Su timidez de chico campesino,
Y exterioriza en su desliz de bola,
La obscura redondez del agujero
De tierra erial, donde ínfimo se aloja.
En tanto, bajo el haz de los canutos
Cuya delgadez frágil y sonora
Se aflauta con translúcida terneza,
Junto á la calabaza que coloran
Jaspes y lepras de reptil sombrio,
Pasa el sapo hortelano su modorra,
Entornados los ojos y latida
De lentos pulsos su garganta rosa.

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